Escrito por Bolívar en 1822, Mi delirio sobre el Chimborazo es un poema en prosa que fusiona mística, libertad y visión continental desde...
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Escrito por Bolívar en 1822, Mi delirio sobre el Chimborazo es un poema en prosa que fusiona mística, libertad y visión continental desde los Andes. |
La génesis de 'Mi delirio sobre el Chimborazo'
En la madrugada del 24 de octubre de 1822, Simón Bolívar alcanzó la cumbre del volcán Chimborazo, uno de los picos más altos de los Andes ecuatorianos. Tras seis horas de ascenso en un ambiente de niebla y rocas pulidas por el hielo, el Libertador experimentó un trance que más tarde convertiría en un poema en prosa: “Mi delirio sobre el Chimborazo”. Este texto, de aproximadamente 500 palabras en su versión original, no es un simple diario de viaje, sino un ritual literario en el que confluyen experiencias personales, mitología clásica y pulsiones revolucionarias.
Bolívar redactó su delirio días después de descender, en la Hacienda Mulliquindil de la Intendencia de Quito, entonces parte de la nueva República de Colombia. La obra vio la luz entre el 26 y 28 de octubre de 1822, cuando el Libertador aprovechó la calma tras la independencia reciente de Ecuador (24 de mayo) para proyectar simbólicamente la libertad alcanzada y el anhelo de consolidar la Gran Colombia. El poema se difundió inicialmente en manuscritos cortesanos y circuló entre oficiales y cronistas de la campaña peruana.
Trayectoria histórica previa al Chimborazo
Antes de escalar el Chimborazo, Bolívar había consolidado varios hitos decisivos: la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) le abrió las puertas de la Nueva Granada, la Campaña de Occidente (1819–1820) aseguró el territorio de la actual Colombia y Venezuela obtuvo su independencia en julio de 1821 tras la victoria de Carabobo. La proclamación de la Gran Colombia en diciembre de 1819 unió a los antiguos dominios españoles en un solo Estado, aunque su unidad era aún frágil.
El ascenso al Chimborazo se insertó en una gira estratégica: Bolívar, decidido a consolidar la independencia en el sur, visitó Quito en abril de 1822 antes de planificar la campaña libertadora en Perú. En este lapso, el Libertador asimiló corrientes intelectuales traídas de Europa, donde había observado el auge del Romanticismo y la persistencia de la Ilustración. Este trasfondo cultural influyó en su visión épica y solemne, transformando la geografía andina en escenario mítico para la epopeya americana.
Análisis literario y simbólico del poema
“Mi delirio sobre el Chimborazo” adopta la forma de un poema en prosa dividido en dos grandes secciones. La primera describe el paisaje con imágenes sensoriales: el crepitar del viento helado, la luz lívida del alba filtrándose entre grietas de hielo y el latido de la propia sangre resonando en el cráter. La segunda sección narra el instante sobrenatural en que Bolívar siente una presencia mítica: la diosa Iris materializándose en un arco iris pálido y el anciano Tiempo, de barba plateada, que dialoga con el héroe sobre la fugacidad de los imperios.
El ritmo del texto combina oraciones largas, con abundantes aposiciones y encabalgamientos, y fragmentos más breves que emergen como destellos. Esta alternancia imprime dinamismo y refleja el pulso agitado del corazón del Libertador. Además, el uso de exclamaciones e interrogaciones retóricas refuerza el tono dramático, acercando al lector a la experiencia febril que define el poema. La métrica variable y la ausencia de estrofas tradicionales subrayan el carácter libre y experimental de la prosa poética.
Mitología y paisaje: fusión de mundos
Bolívar recurre a la mitología clásica para otorgar universalidad a su experiencia andina. Invoca a Iris, mensajera de los dioses, para pintar el glaciar con un “manto irisado” que vincula el firmamento griego con la nieve americana. La aparición del anciano Tiempo, con su reloj roto y su bastón agrietado, simboliza la fragilidad de las eras humanas. Esta intertextualidad crea un puente entre el mito europeo y la geografía sudamericana, sugiriendo que el nuevo mundo puede reclamar un lugar en el panteón de las grandes civilizaciones.
La descripción de los cañones y las lenguas de hielo evoca paisajes casi fantásticos, reforzando la idea de que Bolívar no solo ascendía una montaña, sino que atravesaba un umbral hacia lo inefable. Al nombrar plantas endémicas y aves andinas, el Libertador arraiga su visión épica en detalles reales, equilibrando lo maravilloso con lo verídico. Esta estrategia retórica refuerza la verosimilitud del texto y su poder de convocatoria al asombro.
Metáforas de libertad y poder
El “manto de Iris” se convierte en metáfora de la esperanza republicana: un velo brillante que puede cubrir a las nuevas naciones con los colores de la libertad. Bolívar describe asimismo las “alas del viento” que lo impulsan hacia la cima como la fuerza invisible de los pueblos insurgentes. Cada imagen refuerza la noción de que la emancipación no es obra de un hombre, sino el resultado de corrientes históricas y sociales que se elevan con el impulso popular.
El encuentro con el padre Tiempo plantea preguntas fundamentales: ¿puede un ideal perdurar más allá de la caducidad de los imperios? La respuesta implícita de Bolívar es positiva: la república sudamericana, nacida del sacrificio y la imaginación, está llamada a trascender los límites temporales. A través de esta metáfora, el poema aspira a más que un elogio personal; es una proclama en favor de un proyecto político destinado a durar generaciones.
Recepción artística e historiográfica
El primer testimonio visual de “Mi delirio sobre el Chimborazo” data de 1929, cuando el pintor venezolano Tito Salas ejecutó un óleo que ilustra a Bolívar arrodillado ante el anciano Tiempo, con el glaciar como telón de fondo. Esta obra forma parte de la colección permanente de la Casa Natal del Libertador en Caracas y se convirtió en icono de la memoria bolivariana en el siglo XX.
En 1972, durante el 150 aniversario de la independencia de Ecuador, la Universidad Central de Quito organizó una lectura pública del poema junto a un simposio sobre literatura de la emancipación. Investigadores como Hernán Rodríguez Castelo destacaron la relevancia del texto para entender la construcción del imaginario andino y su influencia en la novela histórica latinoamericana.
Más recientemente, en 2022, la Biblioteca Nacional de Colombia digitalizó el manuscrito original de Bolívar, permitido a estudiosos analizar variantes y correcciones. Este proyecto reveló alteraciones en la puntuación y adiciones marginales, demostrando que el Libertador pulió su prosa con la misma rigurosidad con que planificaba movimientos de tropas.
En el ámbito de la montañismo cultural, expediciones de historiadores y alpinistas han reproducido la ascensión siguiendo las descripciones del texto. El Club Andino de Quito, por ejemplo, organiza desde 2015 un recorrido guiado que combina senderismo y lecturas escenificadas, permitiendo a participantes revivir el “delirio” en su entorno original.
Conclusión: el legado del delirio
“Mi delirio sobre el Chimborazo” trasciende su origen anecdótico para convertirse en manifiesto poético y político. A través de una prosa cargada de metáforas y referencias clásicas, Simón Bolívar articula una visión de libertad que no sólo celebra la independencia, sino que proyecta la responsabilidad histórica de los nuevos Estados. Su texto continúa inspirando artistas, historiadores y ciudadanos que buscan comprender el vínculo entre paisaje, mito y revolución.
Epílogo: reavivar el fuego del ideal
Releer el delirio bolivariano significa recuperar un instante en que la ambición de un hombre se fusionó con el anhelo colectivo de emancipación. Hoy, en un mundo fracturado por conflictos contemporáneos, su llamado resuena con fuerza: escalar nuestras propias montañas, físicas o simbólicas, para tocar el cielo de la libertad. Que el poema sirva como brújula para nuevas generaciones dispuestas a trazar horizontes de justicia y unidad.