Vive la pasión de los toros coleados en Venezuela: tradición llanera que fusiona destreza, cultura y fiesta popular en los llanos. Descubr...
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| Vive la pasión de los toros coleados en Venezuela: tradición llanera que fusiona destreza, cultura y fiesta popular en los llanos. Descubre su historia, legado y vive la emoción auténtica ahora.¡Ya! |
Descubre la pasión del coleo llanero
En el extenso llano venezolano, los toros coleados surgen como un ritual que fusiona destreza ecuestre, emoción competitiva y arraigo cultural. Cada año, poblaciones de Apure, Barinas y Portuguesa congregan a miles de aficionados que, al son del arpa y el cuatro, vibran con cada derribo. Sin embargo, esta tradición no se limita al occidente llanero: el estado Miranda ha consolidado sus propios escenarios donde el coleo cobra fuerza y atrae nuevas audiencias.
Más que un deporte, el coleo nació como faena ganadera en el siglo XVI para controlar el ganado suelto. Con el paso de los siglos, evolucionó hasta convertirse en espectáculo formal, con ligas, reglamentos y federaciones. En este artículo, exploraremos sus orígenes históricos, las normas que rigen la competencia, los lugares destacados en Miranda y los testimonios de coleadores que han marcado época.
Raíces históricas del coleo en Venezuela
El coleo se documenta por primera vez en 1530, cuando Cristóbal de Mendoza Rodríguez estableció el hato Uverito cerca de Calabozo (Guárico). Perteneciente a la familia Welser, ese aporte germinal introdujo las primeras cabezas de ganado y definió métodos de manejo en las sabanas.
A mediados del siglo XVII, las misiones jesuitas en Meta y Apure enseñaron a indígenas convertidos a manejar caballos y arrear reses. Crónicas de 1678 describen “faenas de coleadera” en las haciendas de Carabobo y Tocarigua, donde las competencias servían de esparcimiento entre los colonos y los vaqueros llaneros.
Ya en la época borbónica, el historiador José de Oviedo y Baños (1723) aludió a la “suerte del derribo” en su Compendio de Ganadería: reseñaba cómo los llaneros utilizaban la lanza y la cola para derribar toros en plena carrera, configurando un ejercicio de equilibrio y puntería.
Documentación histórica venezolana
La memoria escrita del coleo está resguardada en el Archivo General de la Nación “Francisco de Miranda”, donde se conservan cédulas reales del siglo XVI que regulaban el transporte de ganados desde Santa Ana de Coro hasta los hatos centrales en los llanos. Entre esos legajos, sobresalen órdenes de la Real Audiencia de Caracas (1547) que mencionan la “coleadera de toros” como método para seleccionar reproductores fuertes.
En los Libros de Cabildo de San Fernando de Apure, registros de 1785 detallan los arreglos de las plazas de toros artesanales. Esos documentos describen la construcción de bancas de madera y la delimitación de pistas con aterrazados de caña guadua. Asimismo, cartas entre hacendados barineses y la Corona Española revelan disputas sobre el uso de varas y la protección de bestias, preludio a las normas formales que llegaron un siglo después.
A nivel académico, la tesis de grado de Moisés Peralta (2015) en la Universidad de Carabobo recopila normativas históricas y testimonios orales de abuelos coleadores. Su trabajo documenta cómo, entre 1950 y 1970, las primeras asociaciones de llaneros, agrupadas en campeonatos locales, sirvieron de semillero para la creación de la Federación Venezolana de Coleo (FEVECO) en 1941. Esos estudios dejan claro el valor cultural de los reglamentos, que pasaron de ser acuerdos informales en las estancias a lineamientos oficiales con cuotas de participación y certificados de buen trato animal.
Técnicas, normas y modalidades del coleo
Hoy, el coleo combina velocidad y técnica. El coleador arranca al galope —que puede superar 40 km/h—, atrapa la cola con una soga de fibras sintéticas y, mediante un movimiento de muñeca, derriba al toro al suelo. El cronómetro mide el tiempo desde el agarre hasta el impacto, premiando derribos limpios.
La puntuación oscila entre 0 y 10 puntos: un derribo perpendicular al cuerpo del toro vale 10, mientras que arrastres parciales o ángulos oblicuos restan dos puntos. Se compite en categorías infantiles (12–15 años), junior (16–20), élite (21–35) y senior (+35), garantizando que los nuevos talentos crezcan con normas claras y seguras.
Modalidades y equipamiento esencial
Existen dos modalidades principales: individual y por parejas. En la versión dúo, un jinete sujeta la cola y el otro estabiliza al toro, reduciendo riesgos de vuelco. Ambas requieren sincronía, equilibrio y la elección de un caballo criollo llanero, distinguido por su resistencia y temperamento tranquilo.
El equipamiento incluye casco protector, botas reforzadas, guantes y una soga de 1,5 metros con trato ergonómico. Veterinarios certificados revisan al toro antes y después de cada salida, asegurando su bienestar y descartando ejemplares con lesiones o peso fuera del rango permitido.
Lugares destacados en Miranda para el coleo
Aunque Miranda no es zona llanera por excelencia, su cercanía a Caracas y su tradición ecuestre le han permitido construir escenarios propios:
Coliseo de Coleo “El Manguito” (Guatire): Inaugurado en 2003, recibe torneos trimestrales con capacidad para 1.500 espectadores. Su pista de arena compactada y graderíos cercanos garantizan visibilidad y seguridad.
Coliseo Municipal de Coleo (Guarenas): Remodelado en 2010, acoge cada marzo la Feria de San José. Dispone de zona veterinaria, corrales certificados y pista de 30×8 metros conforme al reglamento FEVECO.
Círculo Llanero de Charallave: Fundado en 1998, este club organiza exhibiciones y clínicas de coleo para aficionados y jóvenes coleadores. Su programa formativo ha incorporado métodos de entrenamiento deportivo y manejo equino.
Feria de San Pedro (Ocumare del Tuy): Celebrada en junio, monta una pista temporal en la Avenida Bolívar. El evento convoca jinetes de Miranda y estados vecinos, con premios en metálico, trofeos elaborados por artesanos locales y actos culturales paralelos.
Testimonios y casos emblemáticos
En 1978, Juan “El Centauro” Mendoza batió el récord nacional en Guasdualito con 0,82 segundos para derribar un toro de 310 kg. Relató: “Mi caballo y yo éramos uno solo; sentí la fuerza del animal, pero no dudé en tirarlo”. Aquel tiempo sigue imbatible en festivales de altura.
Marisela Ruiz, a sus 23 años, se convirtió en la primera mujer en ganar la categoría élite en la Feria de San José de Apure (2018), marcando 1,05 segundos. Su mensaje: “El coleo me enseñó disciplina, valentía y respeto por el animal. Cada derribo es una danza que exige precisión y ética”.
La Universidad de Los Llanos realizó en 2019 una encuesta que reveló que 65 % de los llaneros practica coleo antes de los 16 años, subrayando su rol en la transmisión cultural. Además, 80 % de los clubes encuestados incorporó protocolos de protección animal en la última década, evidenciando una evolución ética de la disciplina.
Conclusión: Legado y futuro del coleo venezolano
Los toros coleados en Venezuela trascienden el deporte; encarnan la historia, la música llanera y la unión entre jinete, caballo y toro. Desde sus humildes orígenes ganaderos hasta su profesionalización, la disciplina ha sabido adaptarse a normas que garantizan el bienestar animal y la seguridad de los participantes.
Miranda, con sus coliseos y ferias, demuestra que el coleo puede florecer fuera de los llanos tradicionales. La candidatura de la práctica como Patrimonio Cultural Inmaterial refuerza su proyección internacional y su capacidad de unir a las comunidades en torno a un legado genuinamente venezolano.
Epílogo: Un llamado a preservar la tradición
Documentar y difundir la historia de los toros coleados es una tarea de periodistas e investigadores: un puente entre el pasado y las nuevas generaciones. Invitamos al público a asistir a los próximos eventos en Guatire, Guarenas, Charallave y Ocumare del Tuy, para vivir en primera persona un espectáculo que resume el espíritu indómito de Venezuela.
El futuro del coleo depende de nuestro compromiso con la ética y el respeto. Solo así mantendremos viva la llama de una tradición que, cabalgando sobre la llanura, derriba prejuicios y sostiene el orgullo de un pueblo ecuestre.
