Tradición caraqueña: El Cañonazo marca la medianoche con historia, música y memoria cultural venezolana. Definición y relevancia de el c...
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| Tradición caraqueña: El Cañonazo marca la medianoche con historia, música y memoria cultural venezolana. |
Definición y relevancia de el cañonazo
El cañonazo es una tradición caraqueña que marcó durante más de un siglo el inicio del Año Nuevo. Se trataba de la salva de cañón disparada desde el Cuartel San Carlos y posteriormente desde La Planicie, justo a la medianoche del 31 de diciembre. Más que un acto militar, fue un rito urbano que oficializaba el cambio de año. Según el historiador Guillermo Durand, lo más tradicional del fin de año en la capital era escuchar el cañonazo y congregarse en la Plaza Bolívar para abrazarse y celebrar. Su relevancia cultural radica en que unió a la ciudad entera en torno a un sonido que marcaba el tiempo colectivo, reforzando la identidad caraqueña y nacional.
Historia de el cañonazo
El origen del cañonazo se remonta a 1871, cuando en el Cuartel San Carlos se disparaban tres salvas de ordenanza al sonar la última campanada de la Catedral de Caracas. Los cañones eran conocidos como La Cochina, La Verraca y La Casaca. Este cuartel, construido entre 1787 y 1792 por orden del capitán general Luis de Unzaga y Amézaga, fue un símbolo militar y político de la ciudad. En 1811, allí se izó la bandera tricolor de Francisco de Miranda, lo que lo convirtió en un espacio cargado de memoria histórica. En 1910, con la construcción de la Escuela Militar de La Planicie, la tradición se trasladó a ese lugar, reforzando su carácter oficial. El crecimiento urbano de Caracas y la aparición de la radio en 1927 transformaron la práctica, que pasó de ser un rito presencial a un evento transmitido en medios de comunicación.
Datos clave sobre el cañonazo
El cañonazo consistía en tres disparos, no en doce como las campanadas españolas. Según Aquiles Nazoa, cronista caraqueño, nadie consideraba que el año había comenzado hasta escuchar el estampido del cañón. Guillermo Durand recuerda que la tradición se acompañaba de hallacas, pan de jamón (incorporado después de 1905), dulce de lechosa y, en el siglo XX, las uvas, introducidas por influencia de Andrés Eloy Blanco tras su estadía en Madrid. Documentos oficiales señalan que el Cuartel San Carlos fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1986, reforzando su valor patrimonial. Estos datos muestran cómo el cañonazo fue un puente entre lo militar y lo civil, entre la solemnidad y la fiesta.
El cañonazo como rito urbano y político
El cañonazo no solo fue un rito festivo, sino también un acto político. El Cuartel San Carlos, escenario del cañonazo, fue protagonista de momentos clave: en 1908, durante el golpe contra Cipriano Castro, fue el último reducto fiel al presidente; en 1967 y 1975, se registraron fugas de guerrilleros como Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce. Estos hechos muestran cómo el espacio del cañonazo estaba cargado de significados políticos y sociales. La salva de ordenanza, que en otros contextos se usaba para honrar a jefes de Estado con 21 disparos, en Caracas se transformó en un rito popular que marcaba el inicio del año. Su carácter urbano lo convirtió en un símbolo de cohesión social, comparable a las campanadas en Europa o las sirenas en puertos internacionales.
Casos documentados de el cañonazo
Entre los casos documentados más relevantes se encuentra la descripción de Aquiles Nazoa, quien narró cómo desde 1871 se disparaban tres cañonazos al sonar la última campanada de la Catedral. El cronista García de La Concha relató que los vecinos acudían al cuartel para ver y tocar la pieza aún caliente. En la Plaza Bolívar, las familias caraqueñas esperaban el cañonazo para brindar con hallacas y dulce de lechosa. En la música, agrupaciones como Maracaibo 15 y Los Tucusitos inmortalizaron el cañonazo en canciones navideñas, convirtiéndolo en parte del repertorio cultural. Documentos oficiales del Ministerio de Cultura han señalado que el cañonazo forma parte del patrimonio intangible de la ciudad.
Impacto actual de el cañonazo
Hoy el cañonazo ya no se dispara desde los cuarteles, pero su memoria sigue viva en la cultura venezolana. Según Guillermo Durand, la tradición se perdió por el crecimiento de la ciudad y el uso de medios de comunicación, pero se mantiene en las canciones y en la memoria colectiva. En Caracas, la práctica se ha transformado en fuegos artificiales y transmisiones televisivas, pero la frase “ya sonó el cañonazo” continúa siendo parte del imaginario popular. En la gastronomía, las hallacas, el pan de jamón y el dulce de lechosa siguen siendo símbolos de la cena de Año Nuevo. En la música, el cañonazo aparece en gaitas y villancicos, mientras que en la narrativa periodística se recuerda como un rito urbano. Su impacto actual radica en que, aunque la práctica cambió, el concepto de cañonazo como señal de inicio del año permanece en la memoria cultural.
Reflexión final sobre el cañonazo
El cañonazo es más que un disparo de artillería: es un símbolo de cómo Caracas construyó un rito sonoro que oficializaba el inicio del año. Su historia revela la interacción entre lo militar y lo civil, entre el poder y la fiesta, entre la solemnidad y la esperanza. Aunque hoy se sustituya por fuegos artificiales, el cañonazo sigue siendo un referente cultural que conecta generaciones. Reflexionar sobre el cañonazo es reconocer que los sonidos forman parte del patrimonio intangible de una nación. Su legado es un testimonio de cómo un simple estampido se convirtió en noticia viva, en música y en símbolo de identidad venezolana.
