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Cantón Guarenas: Historia y Límites Coloniales

Cantón Guarenas: legado colonial, límites históricos y tradiciones vivas que enriquecen la identidad cultural de Miranda en Venezuela. Intro...


Cantón Guarenas: legado colonial, límites históricos y tradiciones vivas que enriquecen la identidad cultural de Miranda en Venezuela.
Cantón Guarenas: legado colonial, límites históricos y tradiciones vivas que enriquecen la identidad cultural de Miranda en Venezuela.


Introducción


El Cantón de Guarenas se estableció formalmente en 1621 como unidad político-territorial que integró los actuales poblados de Guarenas y Guatire. Durante la época colonial, esta demarcación se construyó sobre reducciones indígenas, encomiendas españolas y un diseño urbano en cuadrícula basado en las montañas de Mariche y las planicies aluviales circundantes. A partir de estos cimientos territoriales y administrativos se gestaron manifestaciones religiosas, festivas y sociales que han perdurado y evolucionado hasta convertirse en emblemas fundamentales de la identidad regional.


Fundación y Desarrollo Inicial


El 14 de febrero de 1621, el juez poblador Pedro José Gutiérrez de Lugo erigió el “Pueblo de doctrina de indios Guarenas” bajo la advocación de Nuestra Señora de la Caridad y Copacabana. Este acto fundacional respondía a las normas reales para la cristianización de los pueblos originarios y establecía la construcción obligatoria de la iglesia, el cementerio y la casa cural, así como la provisión de ornamentos sagrados.

Durante las primeras décadas, la población indígena —principalmente Chagaragotos o Guarenas, Mariches y Teques— fue congregada en reducciones ubicadas en las faldas de los cerros. Allí practicaban labores de agricultura, recibían enseñanzas cristianas y celebraban las primeras festividades litúrgicas. A finales del siglo XVII, el asentamiento original se trasladó a la planicie cercana, dando origen al trazado del casco urbano colonial y consolidando la cuadrícula que aún hoy se reconoce en parte del casco histórico.


Delimitación Territorial en la Época Colonial


En un oficio del 25 de junio de 1768, el oidor Pedro Felipe de Ibarra describió con detalle los linderos del Cantón de Guarenas. Según sus crónicas, la jurisdicción se extendía seis leguas de norte a sur y trece leguas y media de oriente a poniente. Esto significa que el territorio descrito tendría una extensión de aproximadamente 28,97 km de norte a sur y 65,18 km de este a oeste.". Estos límites naturales no solo marcaban el dominio político, sino que definían ámbitos económicos —cultivos de cacao, caña y tabaco— y territorios de devoción católica.

Al norte, la Serranía del Ávila se alzaba como frontera, con riachuelos y cañadas que descendían hacia la cuenca de Caracas. Al sur, la Serranía de Gueime separaba el cantón del Valle de Santa Lucía, marcando la divisoria con los valles interiores. Hacia el oriente, la quebrada del Naranjo y el cerro o quebrada de Cupo enlazaban el cantón con el Valle de Capaya y Caucagua. Al poniente, la quebrada de Auyama servía de frontera natural con el territorio de Petare.


Correspondencias con Nombres Actuales


Los mismos accidentes geográficos que definían los confines del Cantón de Guarenas han perdurado en la nomenclatura y las divisiones administrativas del Estado Miranda. En la actualidad, esas fronteras coloniales se traducen en límites municipales claramente establecidos.

Al norte, donde antaño se alzaba la Serranía del Ávila, hoy Guarenas limita con el municipio Vargas. Esta frontera parte del punto denominado Tamanaco en la fila maestra del litoral montañoso y desciende hasta separar las antiguas haciendas de Santa Cruz, La Fundación y Los Anaucos de Guarenas de las haciendas Los Ingenios y Zamurito de Guatire.

Hacia el oriente, la quebrada del Naranjo y el cerro de Cupo corresponden hoy al lindero con el municipio Zamora. La línea administrativa desciende desde la fila maestra por la Cortada de Santa Cruz, continúa por las lomas de La Crucesita y La Florida, alcanza el pozo de La Peñita en el río Grande de Caucagua y sigue por la quebrada de Auyare hasta encontrarse con la fila del Naranjal.

Al sur, la antigua Sierra de Gueime identifica actualmente la frontera con el municipio Paz Castillo. El límite recorre la fila del Naranjal, pasa por la Casa del Sauce y atraviesa la Quebrada Honda, siguiendo cañadas de montaña. Por el poniente, la quebrada de Auyama coincide con el límite municipal de Sucre: desciende desde Tamahaco en la serranía, rodea la laguna de Carimao, cruza el Puente de Caño Amarillo y finaliza en la fila de los Mariches, cerca de la antigua casa de El Helechal.


Pueblos Indígenas y Reducciones Originales


Antes de la llegada de los colonizadores, el valle de Guarenas y sus montañas adyacentes estaban habitados por los grupos caribes de los Chagaragotos, así como por los Mariches y los Teques. Estos pueblos practicaban la caza, la pesca, la recolección y el cultivo de maíz, cacao y tabaco a orillas del río Guarenas, y sus técnicas agroforestales fueron esenciales para la subsistencia de las reducciones establecidas por los misioneros.

La “Reducción de Guarenas”, levantada en los Montes de Mariche, se convirtió en el núcleo primigenio de las primeras actividades religiosas y festivas. Allí, los indígenas fueron congregados bajo las órdenes de los encomenderos para facilitar su evangelización y para atraerlos a celebraciones que combinaban elementos autóctonos con rituales católicos.


Encomiendas y Transformación Social


Entre los primeros encomenderos figuraron Antonio Gámez, Francisco Infante, Lucas Martín y Hernando Serrada, cuyas posesiones abarcaban vastas extensiones de tierras y mano de obra indígena. Documentos de la Real Audiencia de Santo Domingo muestran cómo estas encomiendas integraron los territorios originales en torno a la doctrina de Copacabana y consolidaron la cuadrícula urbana en la planicie aluvional.

La llegada de esclavos africanos complementó la fuerza laboral indígena y aportó nuevos elementos culturales, especialmente en la música y la danza. En este cruce de etnias y clases sociales germinaron prácticas festivas como la Parranda de San Pedro, cuyos ritmos y promesas devocionales evidencian la fusión de tradiciones europeas y africanas.


Espacios de Germinación Cultural: Territorios de Tradiciones


En las tierras que hoy conforman Guarenas y Guatire, varios espacios fueron escenario de nacimientos y adaptaciones festivas que trascendieron la devoción religiosa para convertirse en patrimonio inmaterial. La planicie aluvional donde se erigió el casco urbano colonial permitió congregar a feligreses en torno a la iglesia matriz, epicentro de procesiones, quema de pólvora y corridas de toros en honor a la Virgen de Copacabana cada 21 de noviembre.

A orillas del río Guarenas, las comunidades originarias mantenían huertos de maíz, cacao y tabaco cuyas cosechas no solo sustentaban la dieta local sino que dieron pie a ferias agrícolas incluidas en las festividades. En este entorno, los trapiches y cañaverales de la Hacienda San Pedro se convirtieron en el corazón de la Parranda de San Pedro, donde esclavos y mestizos rendían culto al apóstol con cantos y danzas sincréticos.

Por último, los Montes de Mariche sirvieron de espacio de iniciación para la reducción y fundación del pueblo, albergando las primeras construcciones de la iglesia colonial y los recintos de enseñanza religiosa. Aunque el traslado posterior a la llanura cambió el centro de actividad, este territorio sigue siendo reverenciado en la toponimia y en las narrativas orales que vinculan el origen del cantón con sus ancestros indígenas.


Manifestaciones y Rituales Fundacionales


La Parranda de San Pedro, celebrada cada 29 de junio, es el ejemplo más significativo de sincretismo en Guarenas. Según la tradición, María Ignacia, una esclava de la hacienda homónima, prometió rendir homenaje al apóstol cuando su hija Rosa, aquejada por una grave enfermedad, sanó tras bailar y cantar al santo. Desde entonces, los personajes como los Tucusitos, con trajes rojo y amarillo, y los Sampedreños, ataviados con levita, pumpá y bitún, recrean la parodia de la sociedad colonial en honor al santo.

Las Fiestas Patronales de Nuestra Señora de Copacabana, cada 21 de noviembre, incluyen procesiones solemnes, novenas y misas cantadas, seguidas de quema de pólvora, corridas de toros y bailes populares. El semanario El Eco Guarenero del 21 de noviembre de 1913 dedicó su portada a relatar estos festejos, describiendo la plaza Mayor adornada con arcos florales y banderas.

Cada visita del Arzobispo de Caracas a Guarenas se convertía en un ceremonial de gran despliegue: la comitiva partía de Mampote escoltada por cabildos indios, cofradías y el párroco, recorriendo la Calzada hasta la iglesia matriz. Este acto, registrado en los libros parroquiales, reforzaba la cohesión entre autoridades civiles y eclesiásticas.

Además de estos actos centrales, existían expresiones festivas rurales: el “Sarao de los Cargadores” reunía a arrieros en competencias de fuerza al ritmo de tambores, las corridas de toros y encierros generaban fervor popular, y las serullas y coplas—cantos improvisados—transmitían anécdotas locales de boca en boca. Las ferias agrícolas y trapiches exhibían caña, cacao y artesanías, completando un mosaico festivo donde trabajo y esparcimiento se entrelazaban.


Legado Territorial y Toponimia en la Actualidad


La huella del diseño colonial y de las primeras reducciones aún es visible en la trama urbana de Guarenas. Barrios como Trapichito, Casarapa y El Rodeo conservan en sus nombres la referencia a antiguas haciendas, molinos de trapiche y potreros. La cuadrícula de la plaza Mayor, diseñada en el siglo XVII, sigue siendo el eje de la ciudad, donde se celebran las procesiones y bailes populares de siempre.

Las festividades contemporáneas —Parranda de San Pedro, Cruz de Mayo, San Juan Bautista y Patronales de Copacabana— continúan desarrollándose en los espacios originarios: la plaza, la iglesia matriz y las veredas ribereñas. Participar hoy es recorrer, sin saberlo, el mismo trayecto que hicieron ancestros indígenas, esclavos y colonos, conectándose con un pasado vivo.

Este legado toponímico y festivo no solo actúa como ancla identitaria, sino que constituye un recurso invaluable para investigadores de antropología, historia y etnografía. Conocer los sitios fundacionales y las prácticas rituales vinculadas a cada territorio permite trazar líneas de continuidad cultural y territorialidad, revelando cómo las comunidades se apropiaron de sus espacios y gestionaron su memoria colectiva.


Conclusión y Aplicaciones para Estudios Posteriores


El estudio de la Historia y Límites Coloniales del Cantón Guarenas ofrece una visión holística de cómo la geografía, la administración colonial y las dinámicas sociales convergieron para gestar tradiciones que aún laten con fuerza. Desde la Reducción de Mariche hasta la planicie aluvional de Guarenas-Guatire, cada espacio aportó elementos distintivos a una identidad compartida.

Para investigadores profesionales, este compendio integra fuentes documentales, toponimia actual y narrativas populares, sirviendo de punto de partida para exploraciones comparativas sobre sincretismo religioso, migraciones internas, transformaciones urbanas y uso del espacio público. El análisis de rituales como la Parranda de San Pedro o las Fiestas de Copacabana invita a profundizar en redes sociales, cofradías y mecanismos de cohesión comunitaria.

Este artículo busca fomentar nuevas líneas de investigación que abarquen desde la cartografía histórica hasta la etnografía participante, y potencia el rescate de archivos parroquiales, crónicas coloniales y testimonios orales. De este modo, los lectores especializados contarán con una herramienta sólida para explorar la compleja trama cultural y territorial que conforma la esencia del Cantón de Guarenas.

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