Aprende qué hacer en caso de terremoto y cómo proteger a niños, familias y trabajadores con protocolos claros y estrategias efectivas. ¿Q...
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Aprende qué hacer en caso de terremoto y cómo proteger a niños, familias y trabajadores con protocolos claros y estrategias efectivas. |
¿Qué es un terremoto y por qué debemos prepararnos?
Un terremoto es una liberación repentina de energía acumulada en el subsuelo, generalmente por el roce de placas tectónicas. Esta energía se propaga en forma de ondas sísmicas que sacuden la superficie terrestre. Aunque algunos sismos son imperceptibles, otros pueden causar devastación masiva. Según el Instituto Geofísico del Perú, cada año se registran más de 500,000 movimientos sísmicos en el mundo, de los cuales al menos 100 son potencialmente destructivos. La preparación ante estos eventos no es opcional: es una necesidad urgente en regiones sísmicamente activas como Japón, Chile, México, Indonesia y la costa pacífica de América Latina.
La prevención no solo implica saber cómo actuar durante el sismo, sino también cómo anticiparlo, cómo proteger a los más vulnerables y cómo reconstruir después. En este artículo, exploraremos qué hacer en caso de terremoto, con especial énfasis en la protección de niños en escuelas, familias en casa y trabajadores en sus espacios laborales.
Historia de los protocolos ante terremotos
La historia de la preparación sísmica está marcada por tragedias que obligaron a repensar la seguridad ciudadana. El terremoto de Lisboa en 1755, que destruyó gran parte de la ciudad y dejó más de 60,000 muertos, fue uno de los primeros eventos que despertó el interés científico por los sismos. En el siglo XX, el terremoto de San Francisco en 1906 y el de Valdivia en 1960 (el más fuerte registrado, con magnitud 9.5) impulsaron reformas urbanas y protocolos de emergencia.
En Japón, tras el terremoto de Kobe en 1995, se implementaron simulacros escolares mensuales, mochilas de emergencia en cada hogar y sistemas de alerta temprana. México vivió un punto de inflexión en 1985, cuando un sismo de magnitud 8.1 dejó más de 10,000 muertos. A partir de entonces, se creó la Coordinación Nacional de Protección Civil y se estableció el 19 de septiembre como día nacional de simulacro. En Chile, los sismos de 2010 y 2015 reforzaron la cultura de prevención, con brigadas comunitarias y normas de construcción antisísmica.
Datos clave sobre qué hacer en caso de terremoto
Actuar correctamente durante un terremoto puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Según un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las decisiones tomadas en los primeros 30 segundos del sismo son determinantes. Las principales recomendaciones incluyen:
- Identificar zonas seguras dentro de cada espacio: muros de carga, escritorios robustos, áreas libres de objetos que puedan caer.
- Evitar ventanas, espejos, estanterías y lámparas colgantes.
- Nunca usar elevadores ni escaleras durante el movimiento telúrico.
- Proteger la cabeza con los brazos o con objetos acolchados.
- Detener vehículos en zonas despejadas, lejos de puentes o postes eléctricos.
Además, se recomienda tener una mochila de emergencia con agua potable, alimentos no perecederos, linterna, radio de baterías, silbato, botiquín, documentos importantes y dinero en efectivo. Esta mochila debe estar accesible en casa, escuela y lugar de trabajo. La Cruz Roja Internacional sugiere que cada miembro de la familia tenga una copia de los documentos esenciales y un plan de comunicación en caso de separación.
Protocolos específicos para niños, familias y trabajadores
Los niños requieren atención diferenciada. UNICEF recomienda que los adultos hablen con ellos sobre qué es un terremoto y cómo actuar, usando lenguaje apropiado para su edad. En escuelas, los simulacros deben incluir rutas de evacuación, zonas seguras y roles asignados. Los docentes deben mantener la calma y guiar a los estudiantes con instrucciones claras. En casa, es vital que los niños sepan cómo salir, dónde reunirse y cómo pedir ayuda si están solos.
En el trabajo, cada empleado debe conocer el plan de emergencia del edificio, saber dónde están los interruptores de luz, gas y agua, y participar en simulacros regulares. Las brigadas internas deben estar entrenadas para asistir a personas con discapacidad, embarazadas o adultos mayores. En fábricas y oficinas, se recomienda tener mapas de evacuación visibles, señalización clara y personal capacitado en primeros auxilios.
Ejemplos reales de preparación ante terremotos
En Japón, las escuelas realizan simulacros mensuales y los niños aprenden a protegerse bajo pupitres reforzados. En Chile, muchas familias tienen puntos de encuentro preestablecidos en parques o casas de familiares. En México, tras el sismo del 19 de septiembre de 2017, se observó que quienes habían participado en simulacros previos evacuaron con mayor rapidez y menor pánico.
En Caracas, aunque la actividad sísmica es menos frecuente, el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas ha promovido campañas educativas en comunidades vulnerables, especialmente en zonas con construcciones informales. En Ecuador, tras el terremoto de 2016, se implementaron brigadas escolares y se distribuyeron manuales de emergencia en zonas costeras. En Turquía, tras el sismo de Izmir en 2020, se reforzaron los protocolos de evacuación en edificios públicos y se capacitó a miles de voluntarios en rescate urbano.
Impacto actual de los planes de emergencia sísmica
La cultura de prevención sísmica ha evolucionado. En 2023, un estudio de la Universidad de Harvard reveló que los países con protocolos escolares y laborales bien establecidos presentan 40% menos víctimas en eventos sísmicos de magnitud similar. La tecnología también ha contribuido: aplicaciones móviles como SkyAlert en México o Yurekuru en Japón permiten recibir alertas segundos antes del sismo.
Sin embargo, la brecha entre zonas urbanas y rurales sigue siendo un desafío. En muchas comunidades, la falta de acceso a información, simulacros y materiales adecuados limita la capacidad de respuesta. Por ello, organismos como la Cruz Roja y Protección Civil han intensificado sus esfuerzos en capacitación comunitaria. En Colombia, por ejemplo, se han creado redes de voluntarios en zonas montañosas para difundir información y organizar simulacros.
Las empresas también han comenzado a integrar protocolos sísmicos en sus planes de continuidad operativa. En sectores como la minería, la construcción y la educación, se han desarrollado manuales específicos para actuar ante sismos, incluyendo evacuación, comunicación interna y recuperación post-desastre. Esta integración demuestra que la preparación sísmica no es solo una responsabilidad estatal, sino también empresarial y ciudadana.
Construcción antisísmica y resiliencia urbana
La arquitectura antisísmica es otro pilar fundamental. En países como Japón y Nueva Zelanda, los edificios están diseñados para absorber y disipar la energía sísmica. Se utilizan materiales flexibles, cimentaciones profundas y sistemas de amortiguación. En Chile, las normas de construcción exigen que los edificios soporten sismos de hasta magnitud 9. En México, tras el sismo de 2017, se modificaron los reglamentos para incluir estudios geotécnicos obligatorios en zonas de riesgo.
La resiliencia urbana también implica planificación territorial. Evitar construcciones en zonas de relleno, laderas inestables o cercanas a fallas geológicas es clave. En Lima, Perú, se han identificado más de 500 asentamientos humanos en zonas de alto riesgo sísmico. La reubicación, aunque costosa, es una medida necesaria para evitar tragedias futuras. Además, la participación ciudadana en la vigilancia de obras y el cumplimiento de normas puede prevenir colapsos estructurales.
Preparación comunitaria y redes de apoyo
Las comunidades organizadas son más resilientes. En barrios de Ciudad de Guatemala, brigadas vecinales han sido entrenadas por la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED) para actuar ante sismos. Estas brigadas conocen rutas de evacuación, puntos de reunión y técnicas básicas de rescate. En Filipinas, tras el terremoto de Bohol en 2013, se crearon redes de voluntarios que distribuyen información en dialectos locales y coordinan simulacros en zonas rurales.
En Venezuela, aunque la actividad sísmica es moderada, el FUNVISIS ha promovido campañas educativas en escuelas y comunidades, especialmente en zonas con construcciones informales. En la parroquia El Valle de Caracas, por ejemplo, se han realizado talleres sobre cómo identificar estructuras vulnerables y cómo actuar en caso de colapso. Estas iniciativas, aunque limitadas por recursos, demuestran que la organización comunitaria puede suplir vacíos institucionales y generar redes de apoyo efectivas.
La preparación comunitaria también incluye la creación de mapas de riesgo participativos, donde los vecinos identifican zonas seguras, rutas de evacuación y puntos de encuentro. Estos mapas, validados por expertos, permiten una respuesta más rápida y contextualizada. En Colombia, el proyecto “Barrios Resilientes” ha capacitado a más de 10,000 personas en gestión de riesgos, con énfasis en liderazgo local y comunicación en crisis.
Impacto psicológico de los terremotos y estrategias de contención
Los terremotos no solo dejan daños físicos, sino también heridas emocionales profundas. Según la Organización Mundial de la Salud, los desastres naturales pueden desencadenar trastornos de ansiedad, estrés postraumático y depresión, especialmente en niños y adultos mayores. En Japón, tras el terremoto y tsunami de 2011, se implementaron programas de acompañamiento psicológico en escuelas, con sesiones grupales y actividades lúdicas para procesar el trauma.
En México, psicólogos voluntarios han trabajado con comunidades afectadas por el sismo de 2017, ofreciendo espacios de escucha y técnicas de contención emocional. En Chile, el Ministerio de Salud ha desarrollado guías para el manejo del duelo y la ansiedad post-sismo, distribuidas en centros comunitarios. Estas estrategias incluyen ejercicios de respiración, narración de experiencias y reconstrucción simbólica del entorno.
Para los trabajadores, el impacto psicológico puede traducirse en disminución del rendimiento, ausentismo y miedo persistente. Por ello, algunas empresas han incorporado sesiones de apoyo emocional en sus protocolos post-sismo. En sectores como la educación y la salud, donde el estrés se multiplica, estas medidas son esenciales para garantizar la recuperación integral del equipo humano.
Reflexión final sobre qué hacer en caso de terremoto
Saber qué hacer en caso de terremoto no es solo una cuestión técnica, sino una responsabilidad colectiva. La preparación salva vidas, reduce el pánico y fortalece el tejido social. Proteger a los niños en la escuela, a la familia en casa y a los trabajadores en sus espacios laborales requiere planificación, educación y compromiso. En un mundo donde los desastres naturales no pueden evitarse, la resiliencia comienza con la información.
Cada simulacro, cada mochila de emergencia, cada conversación familiar es una inversión en seguridad. La cultura sísmica debe ser parte de la educación formal, de las políticas públicas y de la vida cotidiana. Porque cuando la tierra tiembla, lo que permanece firme es nuestra capacidad de cuidarnos unos a otros. Y esa capacidad no nace del miedo, sino del conocimiento compartido, la organización comunitaria y la voluntad de construir entornos más seguros para todos.