El 27 de septiembre nació Matea Bolívar (1773), símbolo de lealtad y memoria histórica, testigo clave en la vida del Libertador Simón Bolí...
![]() |
El 27 de septiembre nació Matea Bolívar (1773), símbolo de lealtad y memoria histórica, testigo clave en la vida del Libertador Simón Bolívar. |
La importancia histórica del natalicio de Matea Bolívar
El 21 de septiembre de 1773 nació en el Hato El Totumo una mujer cuya vida se entrelazaría para siempre con la de Simón Bolívar: Matea Bolívar. Su natalicio se inscribe en un momento crucial de la Capitanía General de Venezuela, cuando la economía colonial giraba en torno a la agricultura esclavista y las jerarquías sociales estaban rígidamente establecidas. Pese a las limitaciones de su condición de esclava, Matea forjó un camino de lealtad y sabiduría que trascendería generaciones, convirtiéndose en la primera maestra y consejera del Libertador de América.
Celebrar su natalicio es reconocer a quien habitó un espacio marginal de la historia oficial y, sin embargo, dejó huella indeleble en la formación de uno de los líderes más influyentes de la emancipación hispanoamericana. Desde sus primeros años en la hacienda, hasta sus últimos días centenarios en Caracas, la vida de Matea demuestra la potencia del servicio y la memoria como fuerzas transformadoras de los procesos sociales y políticos.
Matea Bolívar en la Venezuela colonial
En la Venezuela del siglo XVIII, las grandes haciendas de café, cacao y tabaco requerían mano de obra esclava para sostener la dinámica exportadora que enriquecía a la metrópoli. El Hato El Totumo, propiedad de Juan Vicente Bolívar y Ponte, padre del Libertador, se encontraba en San José de Tiznados, un caserío del actual estado Guárico. Allí llegó Matea, hija de africanos forzados a trabajar en las labores domésticas y agrícolas, y creció aprendiendo tareas de cocina, costura y cuidado de la hacienda.
Bajo la tutela inicial de doña María de la Concepción Palacios, Matea adquirió destrezas que iban más allá de las funciones propias de una esclava: dominó técnicas de administración del hogar, preparación de hierbas medicinales y relatos orales heredados de África. Su habilidad para retener genealogías, fechas y anécdotas se transformó en un activo para los Bolívar, quienes la consideraron imprescindible en el funcionamiento diario del caserío.
Influencia de Matea en la formación del Libertador
Cuando Simón tenía apenas ocho años, Matea asumió el rol de aya y maestra en cuerpo de ama de llaves. Le enseñó los primeros números, las letras del alfabeto y, sobre todo, historias y canciones que mezclaban mitos africanos con leyendas criollas. En el patio del samán de Güere organizaba juegos de roles y pequeñas representaciones teatrales improvisadas, donde Simón aprendía sobre honor, valentía y astucia a través de personajes como Tío Tigre y Tío Conejo.
Esa interacción temprana inculcó en el niño libertador una sensibilidad hacia las raíces africanas y un gusto por la narración oral que más tarde plasmó en sus escritos. La pedagogía de Matea combinaba afecto y disciplina: celebraba con música los logros y corregía con firmeza los errores, creando un vínculo afectivo que Simón recordaría toda su vida.
Matea como educadora y mentora de Simón
En cada lección, Matea introducía leyendas de resistencia: guerreros africanos que desafiaban imperios, historias de huidas y secretos de la selva. Para ella, el aprendizaje debía nacer del asombro y la curiosidad, no de la imposición. Se dice que el Libertador atribuía a esas narraciones el origen de su imaginación estratégica, capaz de concebir campañas militares audaces y plantear visiones políticas de unidad continental.
El afecto de Simón por su aya se mantuvo incluso cuando, en 1783, la familia Bolívar se trasladó a Caracas. A pesar de la distancia y de sus nuevos tutores europeístas, el joven continuó escribiendo a Matea, enviándole cartas donde la llamaba “mi querida maestra” y le contaba sus avances académicos. Esa correspondencia es prueba de la dimensión humana de un vínculo forjado en el corazón del esclavismo colonial.
Presencia en momentos clave de la independencia
La crisis de 1814, cuando José Tomás Boves asedió San Mateo, reveló el temple de Matea. Al estallar la revuelta llanera y prender fuego la pólvora, ella arriesgó su vida para proteger al niño Bolívar y llevarlo a un lugar seguro. Aunque Simón ya rondaba los 20 años, las crónicas relatan que Matea lo tomó de la mano y cruzó patios en llamas, recordando cada detalle de aquel día como prueba de la fragilidad y la fortaleza humana en tiempos de guerra.
Tras la caída de Caracas en 1814, el Libertador confió el destino de su hermana María Antonia a Matea. Juntas vivieron en La Habana desde 1815 hasta 1818, época en la que Matea tejió redes con criollos exiliados, gestionó provisiones y mantuvo viva la esperanza de la restauración de la República. Su rol fue tan decisivo que Bolívar mismo reconoció haber descansado en su consejo y en su fortaleza para soportar el periodo de exilio.
Ceremonias y homenajes a Matea Bolívar
Ya libre desde 1821, tras el decreto que abolió la esclavitud en Venezuela, Matea continuó ligada a la familia Bolívar. En 1842, a los 69 años, acompañó al presidente José Antonio Páez en el acto solemne de recibir los restos del Libertador provenientes de Santa Marta. Se cuenta que, al ver la urna funeraria, su rostro se iluminó con un recuerdo infantil. Aquella escena quedó inmortalizada en la prensa de la época.
Su presencia más conmovida se dio en octubre de 1876, cuando con 103 años fue invitada por Antonio Guzmán Blanco al traslado de las cenizas al Panteón Nacional. Con voz temblorosa y pañuelo en mano, recitó la copla de cuna que arrulló al joven Simón: “Arrorró mi niñito, duérmete mi Simón…”. Ese momento se convirtió en icono de la veneración pública hacia quien fuera la primera guardiana de la memoria bolivariana.
Legado y rescate de su memoria histórica
Tras su fallecimiento el 29 de marzo de 1886, a los 112 años, Matea fue sepultada en la capilla de la Santísima Trinidad de la Catedral de Caracas. Durante décadas, su historia permaneció oculta en crónicas familiares y testimonios orales hasta que, en marzo de 2017, sus restos simbólicos fueron elevados al Panteón Nacional junto a los de Hipólita Bolívar y Apacuana. Esa ceremonia reconoció oficialmente el aporte de las mujeres afrodescendientes a la construcción de la nación.
Hoy, su imagen inspira exposiciones en museos caraqueños, obras teatrales y proyectos de investigación en universidades. Calles en Guárico y Caracas llevan su nombre, y diversas organizaciones culturales promueven charlas y eventos cada 21 de septiembre para mantener viva la memoria de la aya que enseñó al Libertador.
Conclusión: reflexiones sobre el legado de Matea Bolívar
El natalicio de Matea Bolívar no es solo una fecha en el calendario, sino el punto de partida de una narrativa imprescindible para comprender la independencia venezolana desde la perspectiva de quienes trabajaron en las sombras. Su vida demuestra que el cambio nace tanto en los campos de batalla como en los patios domésticos, donde la transmisión del saber y el afecto pueden moldear la historia.
Recordarla implica rescatar la contribución de las mujeres afrodescendientes y valorar la diversidad de experiencias que dieron forma a los ideales republicanos. En cada homenaje, reafirmamos nuestro compromiso con una memoria más inclusiva, que reconozca el valor de aquellos cuyo servicio y sacrificio sostuvieron la causa de la libertad.
Epílogo: una invitación al compromiso con la historia
Al conmemorar el natalicio de Matea Bolívar, te invitamos a explorar archivos, participar en ciclos de charlas y apoyar proyectos educativos que visibilicen su figura. Solo así podremos honrar su legado, construir relatos más justos y mantener viva la llama de la solidaridad que ella encendió al lado del Libertador.