El Día del Agricultor y Productor Agrario en Venezuela celebra el esfuerzo rural que impulsa la soberanía alimentaria y el desarrollo agro...
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| El Día del Agricultor y Productor Agrario en Venezuela celebra el esfuerzo rural que impulsa la soberanía alimentaria y el desarrollo agroproductivo nacional. |
El contexto venezolano: relevancia y alcance de la jornada
Cada 9 de septiembre, los venezolanos honran el Día del Agricultor y Productor Agrario, una celebración que enlaza la tradición campesina con la urgencia de garantizar alimento y desarrollo rural. Con una población donde más del 20 % vive en zonas rurales y el sector agropecuario aporta cerca del 10 % del PIB, esta fecha visibiliza no solo la historia del campo, sino las estrategias para impulsar la soberanía alimentaria en un país marcado por crisis económicas y cambios institucionales. Reconocer a quien siembra y cosecha es entender que, tras cada semilla, hay comunidades, oficios y saberes que sostienen el futuro de Venezuela.
De la Reforma Agraria de 1960 al presente: hitos en la política rural
El origen del reconocimiento oficial al productor agrario se enraiza en la Ley de Reforma Agraria de 1960, promulgada por el presidente Rómulo Betancourt. Este instrumento redistributivo dividió latifundios y fomentó cooperativas campesinas, dando pie a un cuerpo de pequeños propietarios y comunidades organizadas. En 1970, bajo el gobierno de Rafael Caldera, se consagró el 5 de marzo como Día del Campesino Venezolano, marcando un primer escenario de homenaje al trabajador rural.
Con la Constitución de 1999, se integraron nuevas visiones sobre la propiedad y el rol del Estado en el agro. En 2005 nació la Misión AgroVenezuela, enfocada en fomentar la producción con créditos y asistencia técnica. En 2008 se creó el Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras, luego reorganizado como MPPA, centralizando las funciones de planificación y apoyo al campo. A lo largo de tres décadas, programas como PDVAL, Mercal y Clap han incorporado al pequeño productor en sistemas de distribución, aunque con retos de sostenibilidad y coordinación interinstitucional.
Mapeo de las regiones agrícolas clave
La geografía venezolana alberga cuatro ejes productivos fundamentales:
- Los Llanos (Barinas, Portuguesa, Guárico): corazón ganadero y granero del maíz y arroz.
- Los Andes (Táchira, Mérida): reconocido por café de altura, hortalizas y flores de exportación.
- Occidente (Zulia, Falcón): cultivos de palma aceitera, ajonjolí y ganadería de carne.
- Zona Central (Aragua, Carabobo): huertos periurbanos, verduras y microgranjas para abastecer Caracas.
Cada región enfrenta particularidades climáticas y de infraestructura. Por ejemplo, el Bajo Caroní combina riego hidroeléctrico con cultivos de tubérculos, mientras que en los Llanos la estación seca exige sistemas de almacenamiento de agua y manejo de pastizales.
Retos estructurales y soluciones innovadoras
La agricultura venezolana atraviesa cuatro grandes desafíos: escasez de insumos, deterioro de infraestructura, déficit de financiamiento y brecha tecnológica. La falta de fertilizantes y diésel para tractores redujo la superficie sembrada hasta en un 50 % en cultivos básicos como maíz y arroz. Canales de riego colapsados y silos en mal estado generan pérdidas postcosecha que superan el 30 % del volumen bruto.
Para revertir estas limitaciones, distintas iniciativas se articulan a nivel nacional y regional:
- Cooperativas de crédito campesino: ofrecen microcréditos de hasta 500 USD con plazos de 12 meses y asesoría técnica.
- Centros de capacitación INIA: difunden técnicas agroecológicas y uso de biofertilizantes a partir de lombricomposta.
- Plataformas digitales rurales: apps para conectar productor y consumidor urbano, garantizando trazabilidad y precio justo.
- Proyectos de energías renovables: estaciones de bombeo solar en Portuguesa y Lara que suministran riego por goteo en más de 2.000 ha.
Cultivos emblemáticos y diversificación productiva
Además de los granos básicos, el agro venezolano busca diversificar su portafolio:
- Cacao fino de aroma (Sur del Lago de Maracaibo): con denominación de origen y potencial para mercados europeos.
- Café orgánico (Sierra de Perijá, Andes): reconocido por su perfil de acidez y notas frutales, gestionado en asociaciones de productores indígenas.
- Especies aromáticas (Aragua y Carabobo): cultivo de hierbas como cilantro y albahaca para agroindustria doméstica y exportación.
- Frutales tropicales (Monagas, Delta Amacuro): mango, guayaba y cítricos con sistemas de postcosecha para alargar la vida de anaquel.
Casos de éxito y testimonios
En Barinas, la cooperativa “Los Llaneros Unidos” recuperó 1.200 ha ociosas instalando sistemas de riego solar y diversificando cultivos con maíz, sorgo y soya. Gracias a un fondo rotatorio, aumentaron su producción de 3.000 t a 7.500 t en tres años y exportan a Trinidad y Tobago. Su presidenta, Marta González, destaca: “Invertir en energía limpia y asesoría técnica ha transformado nuestra rentabilidad y atraído a jóvenes al campo”.
En el estado Mérida, la Asociación de Productores Cafetaleros de Tovar revitalizó 500 ha de café con certificación Rainforest Alliance. Combinaron turismo rural con talleres de catación que generan un ingreso extra de 25 % sobre la venta de grano verde. Según su vocero, Pedro Salcedo, “el café premium nos conecta con el mundo y dignifica el oficio campesino”.
El papel de la juventud y la mujer rural
La renovación del campo pasa por impulsar el relevo generacional. Programas universitarios en Ciencias Agropecuarias y Agronegocios estimulan la instalación de startups rurales que aplican IoT para monitoreo de cultivos. En 2024, más del 30 % de las nuevas iniciativas agrícolas en Portuguesa estuvieron lideradas por menores de 35 años.
Las mujeres rurales, por su parte, gestionan gran parte de las huertas y procesos de poscosecha. Organizaciones como la Federación Nacional de Mujeres Campesinas ofrecen talleres de liderazgo y acceso a mercados digitales, subiendo sus ingresos en un 40 % y fortaleciendo su autonomía económica.
Conclusiones: consolidar un agro resiliente
El Día del Agricultor y Productor Agrario es ocasión de reconocer logros y diagnosticar retos. La historia de la Reforma Agraria y las misiones estatales muestra avances en estructura productiva, pero la actual coyuntura exige mayor inversión en innovación, infraestructura y capacitación. Sólo un modelo inclusivo—donde el Estado, el sector privado y las comunidades rurales actúen conjuntamente—asegurará la competitividad y la seguridad alimentaria.
Avanzar implica fortalecer cooperativas, diversificar cultivos de alto valor agregado, escalar tecnologías de riego y energías limpias, y crear canales de comercialización directa que mejoren el ingreso de los productores. Al mismo tiempo, es vital incentivar la participación de jóvenes y mujeres, quienes aportan creatividad, resiliencia y nuevas perspectivas al campo venezolano.
Epílogo: un compromiso con la tierra y su gente
Celebrar el 9 de septiembre trasciende el reconocimiento simbólico: es un llamado a la acción colectiva. Consumir local, promover ferias rurales y exigir políticas públicas coherentes son gestos que fortalecen la cadena agraria. Porque en cada surco laborado hay historia, comunidad y esperanza. Y al honrar al Agricultor y Productor Agrario, nos comprometemos con el futuro de Venezuela.
