Documental San Pedro: el grito ancestral que convirtió a Miranda en leyenda viva Guatire – Venezuela, 29 de junio de 2025. La Parranda de ...
Documental San Pedro: el grito ancestral que convirtió a Miranda en leyenda viva
Guatire – Venezuela, 29 de junio de 2025. La Parranda de San Pedro, celebrada cada 29 de junio en Guatire y Guarenas, es una manifestación afrovenezolana que reúne música, danza y cantos improvisados en honor al apóstol. Surgida de un voto ancestral, ha perdurado como emblema de identidad comunitaria y resistencia cultural. Reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, esta tradición viva renueva anualmente su riqueza ritual y social, consolidándose como uno de los legados más representativos del patrimonio venezolano.
San Pedro en el Cantón Guarenas: Raíces de una Parranda Ancestral
Fundación y extensión territorial
El Cantón Guarenas nació en 1621 con la fundación de la villa de "Nuestra Señora de Copacabana de los Guarenas", establecida por el presbítero Gabriel de Mendoza. Desde sus inicios, Guarenas se configuró como cabecera de un amplio distrito que incluía las poblaciones de Guatire, Caucagua y Capaya. Estos territorios ocupaban los fértiles valles al este de Caracas, donde los suelos aluviales y el clima favorecían cultivos de caña de azúcar y tubérculos. A lo largo del siglo XVIII, la jurisdicción se consolidó como un núcleo agroindustrial clave, articulando la economía rural de la región. La extensión exacta en kilómetros no está documentada con precisión, pero el cantón abarcaba tanto laderas montañosas como planicias aluviales que hoy corresponden a municipios mirandinos.
Principales haciendas del Cantón Guarenas
Para mediados del siglo XVIII, la jurisdicción contaba con 39 haciendas de trapiche dedicadas a la producción de papelón, azúcar y melado. Entre las más destacadas figuraban San Pedro, Vega Arriba, Santa Cruz, Casarapa, La Concepción, Auyare y Auyarito. San Pedro y Santa Cruz lideraban la producción de papelón con cifras cercanas a los 4.000 pesos anuales, mientras Casarapa aportaba más de 1.700 cargas de melado. Estas haciendas generaban no solo riqueza económica, sino también un entramado social y cultural: sus barracas, ingenios y instalaciones se convirtieron en focos de convivencia donde germinaron tradiciones que perviven hasta hoy. El papel activo de estas estancias reafirma su rol como semilleros de la identidad local.
Hacienda San Pedro: ubicación e importancia
La Hacienda San Pedro se ubicaba al este de Guarenas, lindando con la Hacienda Vega Arriba; al oeste y al sur la delimitaba el cauce del río Caucagua (hoy conocido como río Guarenas) y al norte se extendía hasta la Hacienda El Ingenio. En 1764, sus trapiches procesaban caña de azúcar para producir cerca de 4.000 pesos de papelón anuales, una cifra que la situaba entre las más prósperas de la comarca. Culturalmente, San Pedro cobró relevancia al ser la cuna de María Ignacia, protagonista en la creación de la Parranda de San Pedro. Esa expresión festiva, hoy reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, tiene raíces directas en el entorno y la dinámica de trabajo de esta hacienda. Su legado demuestra cómo la economía agraria y la creatividad popular se entrelazaron para forjar una tradición duradera.
Independencia de Guatire respecto a Guarenas
Aunque Guatire formaba parte del Cantón Guarenas desde la fundación, su autonomía comenzó a gestarse en el siglo XVII. En 1680 se estableció la parroquia eclesiástica de Guatire, dependiente todavía de Guarenas, y en 1701 obtuvo el título de villa gracias a su creciente población y actividades agrícolas propias. La separación administrativa se concretó en 1865, cuando Guatire fue designado Distrito Guatire, desligándose oficialmente del Cantón Guarenas. Bajo la gobernación de Antonio Guzmán Blanco, en 1875 la localidad adquirió la condición de Distrito Zamora, con Guatire como cabecera. Estos hitos marcaron el tránsito de un mero anexo rural a un centro de gestión municipal con identidad diferenciada.
Descubre el Origen de la Tradición Parrandera
Cada 29 de junio, en las ciudades venezolanas de Guarenas y Guatire se vive una celebración única que ha trascendido generaciones. La Parranda de San Pedro, es mucho más que una festividad: es un vibrante testimonio de identidad, fe y resistencia popular. Durante esta jornada, devotos y parranderos se unen para rendir homenaje al apóstol San Pedro, combinando tradiciones orales, elementos artísticos y rituales profundamente simbólicos que reafirman los lazos comunitarios. La riqueza cultural de esta celebración se plasma en cada canto, baile y vestuario, integrándose en un relato histórico marcado por la influencia colonial y la transformación de prácticas ancestrales en expresiones contemporáneas.
Raíces Históricas de la Parranda: Un Legado Centenario
El origen de la Parranda de San Pedro se remonta a la época colonial venezolana, cuando el relato de una esclava llamada María Ignacia marcó el inicio de una tradición que perdura hasta hoy. Según la tradición oral, María Ignacia hizo una promesa a San Pedro para que su hija, Rosa Ignacia, se recuperara de una grave enfermedad. Al cumplirse el milagro, la esclava, motivada por el agradecimiento, se comprometió a festejar cada 29 de junio con cantos y danzas. Con el transcurrir del tiempo, la figura de María Ignacia fue reinterpretada y representada por un hombre, enfatizando en la teatralidad y el simbolismo del sacrificio, la fe y la resiliencia de un pueblo oprimido.
El histórico proceso de sincretismo, en el cual confluyen elementos de la fe católica y expresiones culturales autóctonas, dio lugar a una manifestación artística en la que cada detalle (desde la vestimenta hasta los instrumentos musicales, como el cuatro y las maracas) se carga de un significado profundo. Documentos históricos y estudios especializados sitúan los orígenes de la parranda en el Cantón de Guarenas, agrupando a diversas comunidades en torno a una festividad que simboliza la lucha contra la injusticia y la opresión. En el Libro de Bautismos de Indios, Negros y Mulatos de la Parroquia de Nuestra Señora de Copacabana de Guarenas (1790–1806) aparece asentada la fe de bautismo de una párvula registrada el 11 de agosto de 1800 bajo el nombre de María Ignacia, hija natural de la esclava María de la Trinidad y presentada por Don Gabriel Blanco Uribe en el folio 67 de dicho tomo único.
Elementos de la Parranda de San Pedro: Características y Significados
Indumentaria y cromatismo
Los parranderos visten levita y pumpá de colores vivos que apuntalan su presencia festiva. En Guarenas, los pañuelos, la bandera y detalles en el atuendo combinan azul y rojo, mientras que en Guatire se alternan amarillo y rojo. Estas tonalidades no son meras decoraciones: aluden a la identidad local y a pactos históricos de hermandad y solidaridad entre vecinos.
El rostro se cubre con Negro Humo, cubriendo rasgos individuales para enfatizar el carácter colectivo del rito. El negro del rostro simboliza tanto el luto por los ancestros esclavizados como la resistencia y la esperanza de liberación, al tiempo que recuerda el origen africano de los primeros cultivadores de caña en la hacienda.
Significado de los colores
Azul (Guarenas)
El azul alude directamente a la Virgen María y al cielo, simbolizando pureza, paz y esperanza. En Guarenas, los pañuelos y estandartes azules remiten a la devoción mariana de la parroquia local y evocan las vestiduras utilizadas en la capilla colonial donde bailó María Ignacia. Al adoptar ese tono, los promeseros rinden homenaje a la dimensión sagrada de la fiesta y refuerzan su vínculo con la liturgia católica.
Rojo (Guarenas y Guatire)
El rojo representa la sangre de la pasión y el martirio, así como el fuego del Espíritu Santo. Los pañuelos rojos emulan las mucetas y estolas de los líderes religiosos del siglo XIX, simbolizando sacrificio espiritual y fervor devocional. Este color también alude al compromiso de los fieles por mantener viva la promesa hecha a San Pedro y afirma la unidad comunitaria alrededor del rito.
Amarillo (Guatire)
El amarillo en Guatire procede del espectro político del siglo XIX, cuando los liberales se identificaban con ese color. Al combinarlo con el rojo, los promeseros recrean el pacto de hermandad entre liberales y conservadores para no politizar la celebración. De ese modo, el amarillo se convierte en símbolo de armonía cívica y de la vocación inclusiva de la Parranda de San Pedro.
Instrumentos y ritmo
La base melódica se construye con el cuatro y las maracas, que proporcionan armonía y cadencia a los cantos. A este dúo se suman las cotizas: tiras de cuero atadas al tobillo que, al golpear el suelo, añaden un pulso percusivo propio. Los coticeros, quienes llevan cotizas, controlan la intensidad del ritmo con suaves palmadas.
La confluencia rítmica de estos instrumentos evoca la fusión de tradiciones indígenas, africanas y europeas. No es solo música, sino un lenguaje ancestral que articula el paso del desfile y marca la unidad de todo el cuerpo de baile.
Personajes y roles
María Ignacia es el hilo conductor de la parranda: un hombre vestido de mujer que lleva en brazos la muñeca que representa a Rosa Ignacia, su hija sanada. Este gesto materializa la promesa de curación y canto perpetuo que dio origen a la fiesta.
Los tucusitos (dos niños ataviados con los mismos colores de la plaza correspondiente) encarnan la continuidad generacional. Su presencia recuerda que la tradición se hereda y que cada nueva temporada se renueva el compromiso comunitario.
Los cargadores de la bandera y de la imagen de San Pedro asumen roles ceremoniales clave. El estandarte abre el paso, marcando el inicio y el cierre de cada tramo, mientras que la imagen del apóstol, portada con reverencia, recibe versos improvisados de agradecimiento.
Procesión y espacio urbano
La parranda recorre plazas y calles principales, transformando el entramado urbano en un escenario sagrado. Los vecinos se asoman a balcones y esquinas para sumarse al canto o simplemente para observar cómo el ritual reconfigura las vías de tránsito en un territorio de fe y fiesta.
Este desplazamiento colectivo redefine el espacio público: cada cruce y cada calle cobra significado al ser transitada por el estandarte, la imagen y el cuerpo de bailarines, generando una cartografía emocional que perdura en la memoria de la ciudad.
Función social y cultural
Más allá del jolgorio, la Parranda de San Pedro opera como mecanismo de preservación de la historia oral. A través del canto, el baile y la dramatización, se transmiten relatos de resistencia, fe y liberación que de otro modo podrían perderse.
La fiesta fortalece el sentido de pertenencia y refuerza la cohesión social. Al reivindicar sus raíces africanas e indígenas dentro de un proceso festivo, la comunidad revive episodios de su pasado, se reivindica frente a la injusticia histórica y renueva su compromiso con la memoria colectiva.
Análisis Crítico y Contemporáneo de la Parranda
La evolución de la Parranda de San Pedro se analiza hoy a partir de un estudio minucioso de sus componentes artísticos, sociales y simbólicos. Este análisis revela cómo una festividad de raíces modestas se ha transformado en un complejo entramado cultural que dialoga con los retos de la modernidad, manteniendo la esencia de la identidad venezolana. Desde los aspectos artísticos vinculados a la muñequería artesanal hasta la coreografía de los desfiles, cada manifestación se erige como un espejo fiel de la fusión entre lo popular y lo religioso.
El caracteróstico vestuario de la fiesta, que incluye prendas como la levita y el pumpá, es un reflejo de la recuperación de una identidad cultural en riesgo de desaparecer. Los elementos simbólicos, como la figura de María Ignacia y su icónica muñeca "Rosa Ignacia", cobran vida en una dramatización colectiva que invita a la reflexión sobre la importancia de preservar las tradiciones. Expertos en antropología cultural y estudios folclóricos destacan el impacto social que tiene esta festividad, al fomentar un sentimiento de pertenencia, interés en las nuevas generaciones y un compromiso con la memoria histórica de la comunidad.
Elementos y Simbolismo: Detalles que Forjan una Identidad
En el corazón de la parranda se encuentran una serie de elementos cargados de simbolismo histórico y cultural. Por ejemplo, el uso del "carbón y aceite" mejor conocido como Negro Humo para pintar el rostro de algunos participantes rememora antiguas tradiciones de rituales ancestrales, y la vestimenta cuidadosamente confeccionada da cuenta del esmero y la dedicación de la comunidad en la preservación de su legado. La procesión que recorre las calles, acompañada de música en vivo y la presencia de multitudinarios fieles, refuerza la idea de una comunidad cohesionada en torno a valores y creencias compartidas.
Esta tradicional expresión cultural, que conjuga la piedad religiosa con el arte popular, actúa como un puente entre el pasado y el presente. Elementos tales como la recreación de la promesa de María Ignacia invitan a la comunidad a reflexionar sobre la importancia del compromiso y la solidaridad, pilares fundamentales en la construcción de una identidad colectiva que trasciende generaciones.
Ejemplos Vivos: Casos de Estudio y Testimonios Comunitarios
La vigencia de la Parranda de San Pedro se aprecia no solo en su relevancia teórica, sino también en los vividos testimonios y casos de estudio recogidos a lo largo de los años. En Guarenas y Guatire, las festividades se caracterizan por una intensa actividad cultural en la que intervienen agrupaciones organizadas por centros educativos y culturales, entre ellos el Centro de Educación Artística Andrés Eloy Blanco. Estas agrupaciones han sido vitales para la mantención de la tradición, realizando actividades que involucran desde presentaciones musicales hasta ferias gastronómicas y artesanales.
Un caso destacado es el de la exposición "Entre Muñecas y Sueños", presentada por mujeres artesanas de Guatire, quienes mediante la confección de pequeñas muñequitas rinden homenaje a la maestra Magdalena Istúriz, figura emblemática en la transmisión de la tradición. Este proyecto, que combina arte y narrativa, evidencia como la parranda se adentra en las nuevas manifestaciones culturales al integrar testimonios y expresiones artísticas contemporáneas sin renunciar a sus raíces históricas.
Gastronomía ritual: los sabores que sostienen la promesa
Durante el velorio del 28 de junio y la jornada festiva del 29, la cocina se convierte en un altar paralelo donde las mujeres de la comunidad despliegan saberes ancestrales. No se trata solo de alimentar cuerpos cansados por la danza y el canto, sino de sostener espiritualmente la promesa hecha a San Pedro. Cada plato preparado es una ofrenda, una forma de participación activa en la tradición.
El Tere Tere: símbolo de identidad
Uno de los platos más emblemáticos es el Tere Tere, una preparación a base de carne de res desmechada, cocida lentamente con aliños criollos, ají dulce, cebolla, ajo y papelón. Se sirve con arepas o arroz, y su sabor intenso evoca la cocina de las haciendas coloniales. El Tere Tere no solo alimenta: representa la resistencia culinaria afrovenezolana y la continuidad de una memoria gustativa que se transmite de generación en generación.
Dulcería criolla y bebidas tradicionales
Durante el velorio, también se ofrecen dulces típicos como:
Conserva de cidra: rallada y cocida con papelón y clavos de olor.
Dulce de lechosa: preparado con fruta verde, azúcar y especias.
Buñuelos de yuca: fritos y bañados en melado.
Estas delicias se acompañan con café negro, chicha criolla o anís dulce, que circulan entre los presentes como gesto de hospitalidad y comunión.
Cocina como acto de fe
Las mujeres que cocinan no solo preparan alimentos: recrean un espacio de cuidado colectivo. Desde la madrugada, en patios y cocinas improvisadas, se encienden fogones, se pelan tubérculos y se amasan arepas mientras se entonan coplas o se recuerdan anécdotas de parrandas pasadas. La cocina se convierte así en un espacio de transmisión oral, de encuentro intergeneracional y de reafirmación del compromiso con la promesa.
La infancia como semillero de la tradición
La Parranda de San Pedro no sobrevive solo por los adultos que la encarnan, sino gracias a los niños y niñas que la heredan con pasos firmes y miradas curiosas. En Guatire, el Centro de Educación Artística Andrés Eloy Blanco (CEA) cumple un papel fundamental al formar nuevas generaciones a través de su parranda infantil. Allí se enseña desde la historia de María Ignacia hasta los cantos y coreografías tradicionales, integrando a los más pequeños en el rito de manera consciente y vivencial.
Cada 29 de junio, los niños desfilan con trajes coloridos, estandartes, cotizas y muñecas, en una versión adaptada pero fiel a la esencia de la promesa. No es solo una escenificación: es un acto de pertenencia y afirmación cultural. Padres, docentes y abuelos se suman en la confección de trajes, la enseñanza de versos y la organización del recorrido.
La parranda infantil no replica: renueva. Allí donde camina un tucusito hoy, caminará mañana un portador de estandarte o un coticero consagrado. En ese ciclo se siembra el futuro de una tradición que sigue bailando, cantando y contando su historia.
El encuentro entre San Juan y San Pedro Apóstol: leyenda, origen e integración simbólica
Leyenda popular: el llanto de San Juan
Según la tradición oral venezolana, San Juan Bautista celebró su cumpleaños el 24 de junio con tanto fervor que, agotado por la fiesta, se quedó dormido y no asistió a su propia celebración. Al despertar el 29 de junio (día de San Pedro Apóstol) y enterarse de que había perdido su fiesta, se echó a llorar. Por eso, se dice que “cuando San Juan llora, el cielo llora con él”, y de allí proviene la creencia de que siempre llueve el 24 de junio. Esta leyenda, transmitida de generación en generación, no solo explica el fenómeno climático, sino que humaniza al santo y lo vincula emocionalmente con el pueblo.
Origen histórico y cultural del vínculo
Ambas festividades (San Juan el 24 y San Pedro el 29 de junio) tienen raíces coloniales y están profundamente ligadas a la religiosidad popular afrovenezolana. San Juan, celebrado con tambores y danzas en regiones como Barlovento, representa la fuerza vital, la fertilidad y la conexión con los ancestros africanos. San Pedro, por su parte, es venerado en Guarenas y Guatire a través de la parranda, una promesa cumplida por María Ignacia tras la curación milagrosa de su hija.
El calendario litúrgico católico colocó ambas fechas en la misma semana, lo que permitió que las comunidades afrodescendientes integraran ambas devociones en un solo ciclo festivo. Así, el encuentro entre San Juan y San Pedro no es solo una coincidencia de fechas, sino una convergencia de espiritualidades, memorias y expresiones culturales.
Integración ritual: el abrazo de los santos
En algunas localidades de Miranda, especialmente en Guarenas y Guatire, se realiza un acto simbólico donde las imágenes de San Juan y San Pedro se encuentran en la calle, se saludan y se abrazan. Este gesto representa la reconciliación, la unidad del pueblo y la continuidad de la fe. El encuentro suele estar acompañado por cantos, repiques de tambor y versos improvisados que celebran la hermandad entre ambos santos.
Este momento es profundamente emotivo: los devotos lloran, cantan y agradecen, mientras los santos son alzados por sus cargadores como si se reconocieran mutuamente. Es una escena que sintetiza siglos de resistencia, espiritualidad y creatividad popular.
Importancia cultural y simbólica
El encuentro entre San Juan y San Pedro simboliza la unidad entre dos tradiciones complementarias: la fuerza telúrica y ancestral de San Juan, y la promesa cumplida y comunitaria de San Pedro. Juntos, representan el equilibrio entre lo espiritual y lo terrenal, entre la libertad expresiva del tambor y la solemnidad del canto devocional.
Además, este encuentro refuerza la identidad afrovenezolana, visibiliza la herencia cultural de los pueblos esclavizados y convierte la calle en un espacio sagrado donde se celebra la vida, la fe y la memoria. Es también un acto de resistencia simbólica frente al olvido, una forma de decir: “aquí estamos, seguimos creyendo, seguimos bailando”.
Síntesis y Reflexión Final
Tras analizar la evolución y profundidad de la Parranda de San Pedro, es innegable que esta festividad constituye un valioso patrimonio cultural inmaterial. La fusión de elementos religiosos, artísticos y sociales no sólo enriquece la identidad de Guarenas y Guatire, sino que también generan un sentido de pertenencia y orgullo en la comunidad. Los estudios históricos y los testimonios actuales confirman que, a pesar de los retos de la modernidad y la influencia de la tecnología, la parranda mantiene su esencia y sigue siendo un puente entre el pasado y el presente.
La consagración de esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO resalta su importancia a nivel global y la necesidad imperante de preservar estas tradiciones que enaltecen la diversidad cultural. Asimismo, la activa participación de la comunidad y la adaptación de la parranda a nuevos contextos demuestran que las tradiciones, cuando se viven con convicción y compromiso, pueden trascender el tiempo y las modas pasajeras.
Cronología de la jornada
Inicio de la jornada: dimensión espiritual y coral
6:00 a. m.: Los sanpedreños se concentraron en la sede del CEA para vestirse y compartir el desayuno.
8:30 a. m.: Partida hacia la iglesia Santa Cruz de Pacairigua.
8:45 a. m.: Ingreso formal de la Parranda a la iglesia.
9:00 a. m.: Misa solemne oficiada por Monseñor Tulio Ramírez, con la participación del Orfeón Régulo Rico, la Cantoría Juvenil Francisco Mujica Toro, la Coral Infantil Pedro Muñoz y la invitada especial Luisana Pérez.
10:00 a. m.: Salida de la imagen de San Pedro y ofrenda al Libertador en la Plaza 24 de Julio.
Mediodía y tarde: reconocimientos y procesión
11:00 a. m.: Entrega del reconocimiento Sanpedreño del Año 2025 a Pedro Gil “Watusi”.
12:00 m.: Encuentro con la cofradía de San Juan de Ñeta en El Calvario.
El recorrido continuó por Macaira, Cantarrana, calle Páez, Las Brisas, 9 de Diciembre, Av. Bermúdez, El Mocho, 19 de Abril, Rivas y culminó en El Calvario.
8:00 p. m.: Llegada y cierre de la jornada en la sede del CEA, con cantos y bailes tradicionales.
Momentos destacados
La hija de la artesana Magdalena Istúriz entregó la muñeca Rosa Ignacia, símbolo central de la promesa de María Ignacia.
El colectivo Artegua distribuyó más de 500 mini muñecas en homenaje al legado artesanal de Istúriz.
La imagen del joven parrandero Juan Carlos Montilla se incorporó a la galería fotográfica del CEA.
Voces de la tradición
“La Parranda sigue siendo un acto de respeto, devoción y comunidad, a pesar de los matices festivos y la masiva presencia de medios y creadores de contenido, cuya labor ha sido clave para su proyección nacional e internacional”, destacó Miguel Alciro Berroterán, directivo del CEA.