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¡Donde la Cultura es la Protagonista!

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Teatro y Títeres Cantalicio: 61 años de memoria, reinvención y encuentro

Caracas - Venezuela, 24 de octubre de 2025. Marcó un hito en la historia del Teatro y Títeres Cantalicio, la emblemática agrupación universi...



Caracas - Venezuela, 24 de octubre de 2025. Marcó un hito en la historia del Teatro y Títeres Cantalicio, la emblemática agrupación universitaria fundada en 1964 que ha tejido durante seis décadas una tradición de formación, creación y vínculo comunitario a través del lenguaje del títere. En esa fecha, y como culminación de un proceso de reactivación impulsado por el titiritero y gestor cultural Rodney Pérez, Cantalicio se presentó con un elenco renovado y una programación que une piezas históricas y estrenos contemporáneos en la íconica Sala de Conciertos de la UCV, evidenciando que la memoria institucional puede dialogar creativamente con la urgencia de las nuevas generaciones.


Un llamado a recomenzar

La decisión de “empezar desde cero” formulada por Rodney Pérez no fue un acto de borrón y cuenta nueva sino una invitación colectiva a revisar, rescatar y rehacer sobre la base de saberes dispersos. Ese llamado implicó rastrear archivos, recuperar muñecos y escenografías, convocar a exintegrantes y abrir puertas a jóvenes artistas interesados en la muñequearía, la dramaturgia y la mediación pedagógica. La estrategia se pensó como un proceso pedagógico más que como una mera renovación estética: cada paso debía servir para formar, transferir y consolidar técnicas que se habían transmitido a veces sólo de palabra o en talleres informales.


Procesos de archivo y memoria

La primera fase del proyecto consistió en identificar y sistematizar los materiales disponibles: guiones, fotografías, notas de montaje, registros sonoros y los pocos muñecos que sobrevivieron a años de uso. Ese trabajo de archivo, realizado con la participación de antiguos miembros y estudiantes, permitió recuperar relatos que son parte del acervo del grupo y, al mismo tiempo, evidenció la necesidad de crear un repositorio más sólido que preserve la experiencia acumulada. 


Talleres como tejido operativo

Con los materiales localizados se pusieron en marcha ciclos intensivos de talleres abiertos que combinaron la transmisión de técnicas tradicionales con la experimentación contemporánea. Talleres de construcción de muñecos con materiales reciclados, de manipulación y de voz, así como laboratorios de dramaturgia colectiva, fueron espacios donde se consolidó el nuevo elenco. La pedagogía del taller volvió a ser el corazón del grupo: allí se construyeron personajes, se ensayaron gestos y se debatieron sentidos, generando comunidad de práctica entre quienes aprendían y quienes enseñaban.


Convivencia generacional en escena

El estreno del 24 de octubre evidenció la convivencia de generaciones: exintegrantes que legaron técnicas y anécdotas compartieron espacio con jóvenes artistas procedentes de la ilustración, la música experimental y la educación comunitaria. Esa mezcla aportó riqueza estética y discursiva: se preservaron texturas artesanales en los muñecos, mientras que se incorporaron dispositivos sonoros y recursos escénicos contemporáneos que ampliaron la paleta expresiva del títere. El resultado fue un repertorio que respeta la tradición sin clausurar la innovación.



El taller-escuela como identidad

Desde su fundación, Cantalicio se pensó como compañía-escuela; esa doble condición orientó la reactivación. Cada montaje se concibió como un ejercicio formativo donde la producción artística se convierte en medio de transferencia de saberes. La idea es que los montajes no sólo sirvan para el espectáculo, sino que dejen herramientas pedagógicas replicables en las escuelas y comunidades. 


La Cultura de la Calle como principio ético

Una marca identitaria de Cantalicio es su adhesión a la llamada Cultura de la Calle: una estética y una ética que privilegia la cercanía con el público, la capacidad de circular por espacios no convencionales y la economía escénica que permite funciones en patios escolares, plazas y corredores universitarios. Las piezas del 24 de octubre fueron concebidas para ser portátiles, con escenografías desmontables y estructuras ligeras, lo que les permite circular y encontrarse con audiencias diversas en sus propios territorios, reafirmando la idea de que el arte público debe irrumpir en la cotidianidad y no esperar a que el público acuda a salas formales.


Impacto educativo y comunitario

La reactivación de Cantalicio busca impactar de manera sostenida en ámbitos educativos. Las funciones dirigidas a escuelas se acompañaron de materiales y estrategias pedagógicas que permiten integrar el títere en procesos curriculares y en la formación ciudadana. La experiencia demuestra que el títere es una herramienta potente para trabajar contenidos narrativos, emocionales y cívicos, pues facilita la empatía, la expresión y la reflexión crítica desde un formato lúdico y accesible para niñas y niños.


Planes de expansión y alianzas

En la proyección inmediata, Cantalicio plantea ampliar su alcance territorial mediante ciclos de funciones y talleres en escuelas periféricas y comunidades vulnerables, además de impulsar intercambios con otras compañías nacionales e internacionales. La intención es crear microredes de titiriteros comunitarios capaces de replicar la pedagogía del taller y de fortalecer la circulación cultural más allá del circuito universitario. Las alianzas estratégicas se consideran clave para acceder a recursos materiales, técnicos y de formación que permitan escalar la propuesta.


Vínculos con la universidad y la comunidad

Aunque el grupo tiene raíces universitarias, su ambición es conversar con la comunidad en sentido amplio: escuelas, organizaciones culturales y colectivos ciudadanos. La acción de Cantalicio se entiende como puente entre la universidad y los territorios, facilitando la transferencia de saberes y la democratización del acceso a la escena. Esa lógica relacional configura un modelo sostenible de interacción cultural donde la formación y la atención a la comunidad son dos caras de una misma misión.


Valores estéticos y éticos recuperados

La reactivación puso en primer plano valores que atraviesan la práctica del títere: cooperación, paciencia técnica, economía de recursos y respeto por la palabra y la tradición. Estéticamente, la prioridad fue la claridad narrativa, el humor popular y la precisión en la manipulación, sin renunciar a la experimentación sonora y visual. Éticamente, se reafirmó la convicción de que el teatro de títeres debe servir a la educación y al encuentro social, reforzando su vocación comunitaria.


Conclusión: un proyecto vivo

La función del 24 de octubre de 2025 es muestra de que el Teatro y Títeres Cantalicio sigue siendo un proyecto vivo, capaz de renovarse y de seguir contribuyendo a la formación cultural y cívica de comunidades y escuelas. La iniciativa de Rodney Pérez de empezar desde cero fue el detonante de un proceso colectivo que devuelve al titiritero su condición de mediador pedagógico y artista comunitario. Mirando hacia adelante, la agrupación tiene por delante la tarea de consolidar recursos, sistematizar su memoria y ampliar su alcance para que las historias que cuenta sigan enseñando a mirar y a convivir.

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