Cada 29 de octubre, Venezuela celebra el Día Nacional de la Semilla Campesina, iniciado en 2005 para honrar la soberanía alimentaria y la ...
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| Cada 29 de octubre, Venezuela celebra el Día Nacional de la Semilla Campesina, iniciado en 2005 para honrar la soberanía alimentaria y la biodiversidad. |
Celebración y propósito del Día Nacional de la Semilla Campesina
Cada 29 de octubre, Venezuela rinde homenaje al Día Nacional de la Semilla Campesina, una conmemoración que nació en 2005 para reconocer el papel vital de las semillas autóctonas como patrimonio natural, cultural y estratégico de la nación. En el caserío Monte Carmelo, municipio Andrés Eloy Blanco del estado Lara, campesinos, cooperativistas e investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA) se reunieron por primera vez para intercambiar, multiplicar y registrar variedades locales en riesgo de extinción.
La iniciativa surgió como respuesta a la presión de cultivos comerciales que amenazaban la diversidad genética de granos, tubérculos y hortalizas, desplazando milenarios conocimientos campesinos. Desde entonces, el Día Nacional de la Semilla Campesina se consolidó como un llamado anual a la soberanía alimentaria, la conservación de la agrobiodiversidad y el respeto al derecho de los agricultores a guardar y compartir sus propias semillas.
Agricultura tradicional y pérdida de biodiversidad
A comienzos del siglo XXI, Venezuela afrontaba un proceso acelerado de pérdida de variedades locales. Estudios agronómicos revelaron que entre 1980 y 2000 la superficie cultivada con semillas mejoradas y monovarietales había crecido del 25 % al 68 %, relegando al olvido decenas de variedades adaptadas a microclimas específicos de los Andes, los Llanos y la costa Caribe.
El intercambio ancestral de semillas, práctica que tejía redes de solidaridad entre comunidades y permitía la resiliencia frente a sequías o plagas, se desvaneció frente a la promesa de mayor rendimiento y uniformidad de las variantes comerciales. Consecuentemente, la vulnerabilidad del sistema alimentario creció: la pérdida de diversidad genética reduce la capacidad de las plantas para adaptarse a cambios climáticos y limitó la dieta tradicional de millones de venezolanos.
En este contexto, movimientos sociales, organizaciones campesinas y universidades comenzaron a articularse para rescatar semillas nativas. Bajo el amparo del INIA, con apoyo técnico de la Universidad Agraria de la Universidad Central de Venezuela, se identificaron 112 variedades de maíz, 37 de fríjol, 24 de arroz y múltiples tubérculos criollos, cuyas semillas estaban alojadas en parcelas de menos de un litro por agricultor.
Estrategias y logros de la Misión Semillas Campesinas
La declaración del Día Nacional de la Semilla Campesina se articuló a una campaña de tres años para establecer bancos comunitarios de semillas y promover la educación campesina. Entre 2005 y 2008, el INIA coordinó la creación de 58 reservorios locales, distribuidos en 17 estados, que registraron 4 876 génotipos únicos y documentaron usos etnobotánicos transmitidos de generación en generación.
La Misión Semillas Campesinas implementó un modelo de investigación participativa: técnicos agrícolas trabajaron junto a productores para caracterizar fenotípicamente las semillas—color, forma, tiempo de germinación y resistencia a enfermedades—y guardaron sus propias líneas puras en cámaras de baja humedad y temperatura controlada en Monte Carmelo.
La movilización social fue clave. Jornadas de trueque semillero se realizaron en plazas públicas, ferias artesanales y festivales regionales. En 2006, más de 3 200 agricultores asistieron a mercados campesinos interregionales, intercambiando semillas de yuca resistente a la salinidad por maíz tolerante al frío andino, fortaleciendo así la diversificación del agro venezolano.
Actores claves en la conservación de semillas autóctonas
El éxito del programa descansó en la coordinación de varios actores. El INIA aportó infraestructura y laboratorio de caracterización genética; las universidades campesinas, como la UCCual, brindaron formación en fitomejoramiento local; mientras que ONG como Fundagro promovieron la alfabetización genética y la elaboración de manuales técnicos.
Los propios agricultores fueron protagonistas: mujeres indígenas wayuu y pemón, hombres llaneros y artesanos campesinos desarrollaron comités de semillas en sus comunidades. Estos comités se encargaron de multiplicar lotes básicos y garantizar las reservas ante situaciones de emergencia climática o brotes de plagas, asegurando la continuidad de las cadenas productivas locales.
Iniciativas comunitarias de preservación de semillas
En el sector El Palmar, Barinas, la Cooperativa Agroecológica Tierra Viva lanzó en 2007 un vivero de plantas criollas que incluyó 24 variedades de hortalizas tradicionales. Mediante talleres de agroecología, los miembros recuperaron variedades de ajo afrodescendiente y fríjol bolita, incorporando prácticas de cultivo en surcos elevados para mejorar el drenaje en suelos inundables.
Por su parte, en la región de los Andes merideños, la Red de Semillas de la Sierra organizó una escuela de campo en Mucuchíes que formó a 87 jóvenes campesinos en injertos de papá criolla y técnicas de selección masal. Los graduados crearon un banco comunitario que, en solo dos años, entregó 1 200 kilogramos de tubérculos certificados en 12 municipios, revitalizando la economía local.
En el oriente del país, comunidades deltanas en Delta Amacuro usaron asambleas indígenas para consensuar protocolos de recolección y multiplicación de semillas de ñame y ají de monte. El Consejo Indígena del Delta resguardó más de 45 cepas distintas, transfiriendo ejemplares al Banco Nacional de Germoplasma del INIA en Cúa, estado Miranda, para su conservación a largo plazo.
Estas iniciativas demuestran que el Día Nacional de la Semilla Campesina no es solo una fecha conmemorativa, sino el punto de partida de redes territoriales de autosuficiencia y resiliencia comunitaria. Sus resultados superan la protección genética: fortalecen la identidad cultural y el sentido de pertenencia al campo venezolano.
Lecciones del Día Nacional de la Semilla Campesina
La experiencia de 2005 aporta tres lecciones fundamentales. Primero, la participación activa de los agricultores asegura que las políticas respondan a necesidades reales, integrando saberes locales con ciencia agronómica. Segundo, la creación de bancos comunitarios multiplica el acceso a variedades adaptadas y genera seguros contra crisis climáticas. Tercero, la institucionalización de la fecha—apoyada por decretos municipales y planes estatales—refuerza la vigencia del movimiento y promueve alianzas público-privadas.
Con la Ley de Semillas de 2015, el Estado amplió el marco legal para garantizar la libre circulación, intercambio y uso de semillas campesinas, reconociendo su carácter de bien común. Sin embargo, persisten retos: la digitalización de registros, la certificación participativa y la articulación con mercados locales requieren atención continua.
El Día Nacional de la Semilla Campesina sigue vigente como herramienta de sensibilización. Cada celebración impulsa campañas de recolección de material genético, foros de diálogo y ferias de trueque que elevan la conciencia sobre la importancia de la diversidad agrícola para la seguridad alimentaria y el desarrollo rural sostenible.
Hacia una soberanía alimentaria participativa
Honrar el Día Nacional de la Semilla Campesina implica más que celebrar un hecho histórico: es comprometerse con la construcción de sistemas alimentarios justos y resilientes. Invito a organizaciones civiles, universidades y gobiernos locales a promover bancos de semillas en cada municipio, a desarrollar aplicaciones móviles de registro semillero y a diseñar currículos escolares que incorporen la agrobiodiversidad local.
Al compartir esta historia en medios digitales, redes sociales y espacios académicos, contribuimos a sensibilizar a nuevas generaciones sobre la fuerza de las prácticas campesinas. El verdadero legado del Día Nacional de la Semilla Campesina vive cada vez que un niño siembra un maíz autóctono o cuando una abuela wayuu transmite una receta ancestral que depende de un grano único.
Que cada 29 de octubre sea una oportunidad para renovar compromisos, intercambiar saberes y multiplicar las semillas que sostendrán el futuro agrícola de Venezuela.
